Un ejército derrotado y uno roto son dos cosas distintas. Parte de lo que rompe un ejército es el desgaste, que resulta tanto de las bajas como del trauma que acompaña a las pérdidas en el campo de batalla. El trauma entre los que aún viven los desgasta. Su vitalidad como fuerza de combate se escapa tanto de los que no han sido tocados como de los heridos, ya que el ardor y la esperanza -las energías de las que depende el rendimiento en combate- siguen filtrándose. "¿Cuánto desgaste puede soportar un ejército antes de descomponerse?".
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