La acogida masiva de refugiados procedentes de Ucrania desnuda el doble rasero del Gobierno ultranacionalista polaco. No ha pasado tanto tiempo desde que Europa volviera a mirarse en el espejo roto de los valores que pregona. Fue el año pasado en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde Varsovia desplegó al ejército para prevenir a palos la entrada de miles de refugiados de Oriente Próximo y África tras acusar al régimen de Lukashenko de orquestar el flujo con el fin de desestabilizar a la Unión Europea.
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