Parecía el donante perfecto: tenía un coeficiente de inteligencia de 160 y era un baterista de renombre internacional que además estaba trabajando en un doctorado en ingeniería de la neurociencia, hablaba cinco idiomas y era capaz de leer cuatro o cinco libros al mes. Se identificaba como el donante de esperma 9623. Desde luego, un candidato así es muy codiciado. Tanto, que sería el padre biológico de hasta 36 niños, en Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido. Pero como dice el dicho popular, era demasiado bueno para ser verdad.
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