Un ascensor que no se detiene en el piso que quieres; un aparato para dejar las llaves que las deja caer al piso; una lámpara a la que se le va yendo la luz... Cualquiera de estas cosas haría que uno corriera a llamar al responsable de estos aparatos con quejas para que los arregle. Pero, ¿qué pasa si la respuesta que recibes es que están funcionando perfectamente bien; que fueron creados para que hicieran precisamente eso?
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