Un golpe, dos golpes, tres golpes... la piel comienza a ponerse morada. Cuatro golpes, la sangre brota. Cinco golpes... se pierde la cuenta, pero cada uno duele más que el anterior. Las piernas, la espalda, el abdomen, el pecho, los brazos, las manos, la cabeza y el rostro comienzan a ceder, ya no se puede aguantar más: es lógico, está a merced de 27 policías entrenados para hacer daño. Los golpes siguen, ahora, cada uno se siente como una descarga eléctrica.
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