Familiares y trabajadores llevan años quejándose por la saturación. Los allegados de los residentes dependientes admiten que sienten "impotencia" por la carencia de personal que ven diariamente. "Vengo todos los días, no he faltado uno desde que mi marido entró aquí", cuenta Alejandra, cuya pareja lleva tres años en la residencia de Arganda. "Tienes que venir para comprobar que no le han dejado sin cambiar ni deshidratados", replica Gloria. Ella y su hermana se turnan cada dos días para visitar a su madre.
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