El huracán Ida no es simplemente un trágico desastre natural. Es, fundamentalmente, un crimen social. Durante décadas, la clase dirigente se ha negado a proporcionar fondos para el mantenimiento de las infraestructuras críticas, por no hablar de la construcción de infraestructuras para hacer frente a los inminentes extremos climáticos. Nueve años después de que el huracán Sandy devastara la región, Nueva York ni siquiera ha completado todas las reparaciones necesarias en el sistema de tránsito.
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