Desde que la ciudad empezó a bombear desde el río Flint, sus habitantes no han parado de quejarse por la calidad del agua, de la que decían que era turbia y con mal olor. Pese a que los funcionarios públicos de la ciudad y del estado negaran al principio que el agua fuera peligrosa, el estado ha notificado a los residentes de Flint de que su agua está contaminada con trihalometanos, un subproducto del cloro vinculado al cáncer y a otras enfermedades.
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