La cumbre, que llega a la capital después de que el Gobierno chileno tuviera que cancelarla por la convulsión social del país latinoamericano, se presenta como una oportunidad única para sellar compromisos políticos ambiciosos que permitan cumplir con el Acuerdo de París y frenar el calentamiento del planeta. Unos compromisos que, pese al entusiasmo del Consistorio conservador, van precisamente en contra de las decisiones políticas que se han venido tomando durante los últimos meses en la capital.
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