No es cierto que la única opción moralmente aceptable sea evitar a toda costa los contagios y, por tanto, mantener el confinamiento durante todo el tiempo necesario para reducir a un mínimo los fallecimientos por COVID19. No lo es porque las consecuencias de llevar a un país a una depresión económica severa, o al colapso, serían tan o más gravosas aún en términos de salud pública y mortalidad
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