En un mundo de tiburones globales y oligarquías transnacionales solo la solidaridad y el apoyo mutuo entre los pueblos de Iberia y entre sus movimientos populares puede construir una alternativa creíble. La Unión Ibérica, propuesta ya por Abate Marchena, imbuido de los aires liberalizadores de la Revolución francesa, fue un ideal compartido por muchos intelectuales del siglo XIX español y portugués. Pero, pese al fracaso de la Primera República española, el iberismo no fue nunca abandonado por los federales.
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