Este 17 de abril se ha conmemorado, como cada año, “La jornada de la Shoah y el heroísmo”. Si, como cualquier israelí, esta jornada está para mí cargada de significaciones y de emociones, confieso que no me gusta su título. En primer lugar, no me gusta la palabra Shoah (y aún menos cuando se ha convertido en una palabra universal, en particular después de la película de Lanzmann) que significa “catástrofe”. El genocidio de los judíos de Europa -o también el judeocidio- no es una catástrofe natural, sino una política decidida y puesta en marcha
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