Cuenta Heródoto la historia dramática de Sisamnes, un juez prevaricador del reino de Persia que, como castigo por haber aceptado un soborno y dictar una sentencia injusta, fue despellejado vivo y su piel usada para tapizar el asiento en el que había presidido los procesos y en el que, a partir de entonces, tendría que sentarse su hijo y sucesor, que de esa forma tendría muy presente cuáles eran sus obligaciones y lo que le esperaba si las incumplía.
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