Todos los días de la semana a las seis de la mañana, Ana Adelea-López, de 68 años, camina por su vecindario de Houston hasta la parada de autobús. Por el camino, pasa por una serie de complejos de apartamentos, postes telefónicos y vallas metálicas en un largo tramo de acera. Durante toda su caminata, no hay un solo árbol a la vista.
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