Es difícil resolver si los cuecehabas de Masterchef son cocineros de fusión o jueces a la española. Al primer golpe de vista, el formato del programa no permite dilucidar si serán tres comediantes haciendo de malvados gilipollas o si los tres ya vienen hechos de fábrica. Por ejemplo, un episodio de Masterchef ronda los 650.000 euros (que pagamos los españoles a tocateja), unas siete veces lo que cuesta cada programa de La resistencia. Cómo es posible que más de medio millón de euros se vayan limpios en un decorado de puticlub tailandés...
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