Su actitud y su retórica violenta hicieron que el imán de Diegem lo tuviera claro: aquel hombre no era de fiar. “No tenía cabida en nuestra comunidad”.No llegó a entablar relaciones con la media docena de fieles que acuden a la mezquita de manera cotidiana, al margen del viernes, siempre más animado. “Somos una comunidad pequeña, hace falta confianza”.
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