La tesis es indiscutible: un cargo público hereditario y uno de escogido democráticamente no son intercambiables. El autor pone dos ejemplos clarificadores:a la reina Isabel II ni se le pasaría por la corona representar el Reino Unido en una reunión de jefes de gobierno y los únicos monarcas que acostumbran a asistir a foros como este son los reyes saudíes, que representan monarquías absolutas,
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