La cadena de temporales que han atravesado España –cebados de energía por unos océanos recalentados– ha demostrado cómo el cambio climático obliga a adaptar el arbolado urbano si queremos que las plantas ayuden a suavizar el impacto del calentamiento global en las ciudades. Adiós a las especies plantadas de cualquier manera para hacer bonito durante algunos meses. Hacen falta variedades que resistan la sequía, las lluvias torrenciales repentinas o los vendavales destructivos que trae la crisis climática.
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