“Hombre, Miguel, has ascendido pero bien”, exclama el camarero de la cafetería del Congreso de los Diputados. Dos segundos más tarde rectifica. “Discúlpeme, Señoría”, apostilla con una semi-reverencia, más pequeña que la carcajada que está a punto de soltar. Enseguida llega el abrazo, luego el de otro camarero. Miguel Vila, diputado electo de Podemos, regresa al que fue su centro de trabajo durante cinco años, cuando era operador de cámara en el Parlamento y el delegado sindical que logró la igualdad salarial entre sus compañeros
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