La muerte de Emilio Botín ha dejado páginas bochornosas del periodismo español no tanto por las loas siderales (quizá entendibles en el contexto del deceso y por influencias publicitarias) como por los furibundos ataques a aquellos que como Beatriz Talegón se resistían a llorar al banquero. Pero con la muerte del presidente del Corte Inglés, Isidoro Álvarez, se ha dado un paso más: del elogio desmedido y los insultos a los críticos a las acusaciones de que puede haber muertes que no sean por causas naturales en un futuro inmediato.
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