Los sublevados de julio de 1936, inmersos en una orgía de ejecuciones y detenciones masivas, sembraron la provincia sevillana de cárceles improvisadas, incapaces los centros de detención de albergar el creciente número de presos. La oligarquía de la ciudad puso a disposición del "glorioso Alzamiento Nacional" el vapor Cabo Carvoeiro, una prisión flotante que hacinaba a diario en sus bodegas a no menos de 500 personas, muchas de las cuales acabaron fusiladas en las tapias del cementerio.
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