Un 44% de paro y una renta per cápita a la cola de Europa no hacen más que acrecentar el problema. Sólo un 40% de la población desplazada ha retornado y los todavía refugiados en otros países no quieren regresar. Una industria anticuada, un turismo escaso y la imposibilidad de sembrar campos por la presencia de minas no ayudan a progresar económicamente. El desinterés o ineficacia de los países extranjeros, que ahora se excusan en la crisis internacional para no ayudar, no augura tampoco una mejora ni a corto ni a largo plazo.
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