Aquella noche, el Daredevil del PSOE disparó contra grupos de comunicación, empresas energéticas, lobbys y millonarios. Lo hizo con una sonrisa, que es como amenazan los auténticamente trastornados. Lo hizo porque no tenía ya nada que perder, porque su carrera política ardía en lo alto de un vertedero, lanzando señales de humo negro a los que viniesen detrás. Lo hizo, en definitiva, porque Susana Díaz se lo había arrebatado todo. Solo que ella, a diferencia de Kingpin, no supo advertir el peligro.
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