El pasado lunes, después de que la muerte de Bimba Bosé llegara a los medios, las ediciones digitales comenzaron a activarse para impedir que la actriz, modelo y cantante muriera en vano. Fue una reacción automática, y fue casi mayoritaria. La muerte de Bosé cumplía todos los requisitos que alimentan el morbo y la curiosidad. Una muerte dura, inesperada a pesar de todo. Una persona joven. Una vida pública. Un entorno mediático. Una empatía evidente. Todo invitaba, pues, a no dejar aprovechar una ocasión de oro. Trad.
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