Es famoso, por paradigmático, el caso de Ramón Iglesias, un ingeniero y promotor español, que necesitó tres años de gestiones, 10.000 euros en licencias, centenares de papeles y complejos trámites con más de 30 funcionarios de 11 departamentos pertenecientes a cuatro Administraciones diferentes, antes de poder abrir su bodega ecológica.
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