Un año después, el hombre que controló las finanzas del PP duerme en su vivienda del centro de Madrid y guarda un discreto segundo plano. Sus pujas verbales han dado paso al silencio y son contadas sus intervenciones públicas desde que el Partido Popular entró en campaña. Quienes le conocen analizan la estrategia de una forma sencilla: en los juzgados le irá mal con el PP, pero le irá mucho peor si el gobierno cambia de manos. Podemos y PSOE tendrían mucho menos miramientos. Quedan así doce meses de libertad. De juicios y declaraciones.
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