De un tiempo a esta parte, para la izquierda y sus partidos se ha convertido en afición manifestarse contra los jueces y contra las sentencias judiciales, descargando contra ellos toda la ira social. Las consecuencias de proseguir con este tipo de activismo son graves. Porque no genera un país más social, justo o igualitario, sino que debilita o destruye a largo plazo el Estado de Derecho. Y es un arma de doble filo: todo radicalismo, de cualquier signo, puede apropiarse de este discurso si socialmente se legitima como razonable.
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