Este verano fueron varios los récords de visitantes que se batieron en el Principado, una estación no especialmente lluviosa aunque sí de las más nubladas que se recuerdan y en la que a los atractivos culturales y gastronómicos del Principado se unió también un incentivo algo más novedoso: huir de la ola de calor asfixiante al sur de la cordillera Cantábrica. Y no es algo que vaya a ir a menos en el futuro. ¿Podría haber en 2100 una Asturias de dos o tres millones de habitantes que hubiera acogido a refugiados climáticos? ¿sería sostenible?
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