En marzo de 2019 entró en vigor en España la ley que obligaba a hacer un control laboral efectivo de las horas que invertían los trabajadores en sus puestos. Muchas pequeñas y medianas empresas tiraron de métodos tan tecnológicos como el papel y el boli. Se trataba entonces de controlar al trabajador por su bien, de registrar las horas reales de trabajo para confirmar que no se hicieran horas extras no remuneradas. Y para eso la tecnología se reveló insuficiente. Esta es una realidad que se contrapone a otra igualmente extendida.
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