Adrian N., ciudadano rumano de 23 años, descuartizó a su ex novia y repartió trozos del cadáver en distintos puntos de Estepa, pero se dedicó los últimos días a promulgar su falsa inocencia. Decía que la familia de su ex novia lo estaba señalando como culpable de un asunto en el que no tenía nada que ver. Juraba y perjuraba. Se quejaba de que le estaban intentando destrozar la vida. Ante las cadenas de televisión se quitaba la mascarilla para que su rostro, el de un supuesto inocente, lo viera toda España.
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