Las grabaciones que desde el martes estamos escuchando durante el juicio del caso Pretoria no pueden provocar otra cosa que repulsión. Son el reflejo de la época del pelotazo, del dinero fácil, de las mafias, de los caciques disfrazados de cargos electos que hacían y deshacían a su antojo como si de un señor feudal se tratara, sin que nadie se atreviera a rechistar y todos mirando hacia otro lado. Esa era la España de finales de los 90 y principios del 2000, la de los 'conseguidores' de comisiones que untaban a políticos
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