Cuando remita el maldito virus, los coches volverán a invadir las calles de nuestras ciudades y, más pronto que tarde, volveremos a discutir de sus efectos sobre la congestión, el medio ambiente, la salud pública y, en definitiva, sobre la calidad de vida. El Domingo permanente en el que la mayoría se ha sumido durante las semanas de confinamiento, supone un referente de comparación que sin duda permitirá evaluar muchos de estos efectos.
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