La agenda de reformas está todavía casi sin estrenar. Este gobierno nació exhausto y cansado tras los años del ajuste, y no tiene demasiadas ideas. La oposición mayoritaria tampoco se pone de acuerdo en impulsarlas. Y cuando todo indicaba que había llegado el momento de ponerse a trabajar, estalló Cataluña y la agenda volvió a cambiar. El Gobierno –y casi diría que todo el país– procrastina, y el dosier catalán es una magnífica oportunidad para aparcar, de nuevo, nuestras prioridades a largo plazo.
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