En junio, el presidente de Nigeria, Bola Tinubu, anunció el fin de la subvención a los combustibles fósiles tras 50 años. Casi inmediatamente el precio de los combustibles, el transporte y los alimentos se disparó. La decisión podría convertir a Nigeria en una obligada potencia en cuanto a energía solar, pero la situación en Lagos, la ciudad más grande de África, es caótica: el 70 % de los hogares no están conectados a la red, casi la mitad de los nigerianos viven por debajo del umbral de la pobreza, y subsisten con generadores diésel.
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