Ayer la multinacional sevillana, Abengoa, se desplomaba como un saco de papas en mitad de la Bolsa de Madrid. Los empleados de ‘Palmatraz’, la sede mundial de Abengoa en Sevilla, no daban crédito a lo que llegaba a sus oídos, y se limitaban a menear sus grilletes con ligeros aspavientos, mientras volvían a pagar solícitos el rancho de su centro penitenciario.
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