El 14 de abril de 1958 sus restos se calcinaron en la reentrada de la cápsula en la atmósfera terrestre. Nos consolamos con la interpretación mesiánica del fatal destino de Laika: La primera perronauta entregó su vida para salvar nuestra carrera espacial. Dede 2002 sabemos que vivió su particular calvario en los minutos previos a su muerte dentro de la cápsula del Sputnik II. Un estudio reveló que perdió la vida muerta de calor y estrés al poco del lanzamiento.
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