En el pasado, hubo un tiempo que todo el mundo pensaba que la agricultura industrial parecía ser una solución milagrosa para un mundo en rápido crecimiento. Los fertilizantes sintéticos, los pesticidas químicos y los híbridos de cereales de alto rendimiento prometían reducir el hambre, satisfacer a las poblaciones y estimular la prosperidad económica. Entre 1960 y 2015, la producción agrícola se triplicó, lo que resultó en una reducción de las tarifas y evitó la escasez mundial de alimentos.
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