Nadie que viva en Venezuela puede negar el detrimento productivo del país; la deshumanización de todo el colectivo, devenida en la lucha feroz por sobrevivir día a día; y el empañamiento general de valores que alguna vez nos forjaron la imagen de buen vecino. A la fecha y a este paso, cualquier argumento en contra es insostenible. Y la incómoda verdad es que la crisis la viven todos los venezolanos indistintamente de su posición política.
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