El coreano había tenido que ser evacuado en camilla y, en contra de lo previsto, no parecía recuperarse. No había manera de suavizarle las cosas a Ray; «lo de este chico, Kim, no tiene buena pinta». La alegría por la victoria quedó transfigurada en aprensión y amargura. A las pocas horas saltó la noticia en los medios: el coreano permanecía ingresado, estaba en coma y habían tenido que ponerle respiración asistida. El pronóstico no era bueno. Al contrario. El parte médico hablaba de un coágulo cerebral y un derrame masivo.
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