Solo hay un pecado igual de grave que el de hacer una tortilla española sin seguir rigurosamente las pautas establecidas: cocinar un arroz con cosas y llamarle paella. Las leyes gastronómicas de un país como España no están escritas, pero porque no hace falta. Si algo nos une a los españoles, de todo el espectro político y condición social, son las aberraciones culinarias que se hacen más allá de nuestras fronteras y de las que se presume después en las redes sociales.
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