Hace 100 años, para el Imperio Ruso, la práctica del ajedrez representaba algo más que un simple juego de guerra. Durante la dinastía Romanov, el zar Nicolás II llevó a cabo, con particular impronta, la celebración de un histórico certamen: el Torneo San Petersburgo 1914. Fue una competencia que dio origen a un reconocimiento indeleble: la creación del título de gran maestro de ajedrez; una bendición que partió del todopoderoso zar y que desafió el paso del tiempo a lo largo de toda una centuria sin que nadie se atreviera a modificarla.
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