Allá por 2003, el paraje que un día acogió un cine de verano despertó el espíritu emprendedor de este sirio. Fruto de sus contactos durante años y de la “confianza de la gente”, obtuvo mediante subasta una concesión administrativa por 50 años del lugar que ahora alberga Las Dunas. “Me enamoró este terreno”, recuerda. El apoyo del alcalde de entonces y un crédito en el banco hicieron el resto.
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