Hace una mañana luminosa, la clásica del otoño madrileño, con cielo azul, temperatura agradable... Una mañana a la que yo adjudicaría el color que, para mí, mejor simboliza la alegría: el color naranja. El naranja me acompaña y me alegra desde el comienzo del día. Allí está, en la bandeja del desayuno, el vasito con zumo de naranja y mandarina, a partes iguales; junto a él, el recipiente de cristal en el que espera una maravillosa mermelada de melocotón, a veces „sólo a veces„ sustituida por la clásica de naranjas amargas.