Sara llegó con tres meses. La había criado el propietario de una tienda de lámparas de Santander, pero se dio cuenta de que tener a una leona era algo incómodo. Adolfo no pensó lo mismo y se la llevó a su casa, donde comenzó la insospechada tarea de criar a una carnívora de pelo dorado.Pronto comprobó que a Sara se le desencajaban los pasos: la alimentación de los primeros meses de vida debilitaron su estructura. Adolfo Sánchez de Movellánmetió al animal en el maletero y arrancó al zoo de Madrid, donde, pensó, le darían algún remedio
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