Durante los años sesenta la cultura del consumo desechable fue llevada al extremo de fabricar ropa de papel, que se usaba una o dos veces y luego, en lugar de lavarla, simplemente se tiraba a la basura. La idea, producida en masa, la tuvo en 1966 la compañía estadounidense Scott Paper. En un primer momento los clientes podían enviar un cupón con 1,25 dólares y recibían a cambio un vestido hecho de celulosa. Estos vestidos, de los que se producirían unos 500.000, desencadenaron toda una moda, seguida por otros fabricantes.
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