Como ya hiciera con Batman (1989) y Batman vuelve (1992), Tim Burton vuelve con Bitelchús, Bitelchús a dirigir una secuela de una película propia, Bitelchús (1988). Y el resultado es prácticamente igual que lo que le sucedió con las nuevas aventuras del hombre murciélago: decepcionante. 35 años después de la primera joya que inventaba un universo propio de fantasmas, exorcistas, demonios y la vida después de la muerte, Burton ha perdido en “chús”, el “mojo” como diría Austin Powers, la chispa, el “flow” o, como diría Yoda, LA FUERZA.