Hay una lógica de jugar a ser Dios en los simuladores de construcción que, posiblemente, está detrás de su éxito. No hablamos todavía del fenómeno de masas online Minecraft, ni de la serie superventas de videojuegos lanzada en los ochenta: Simcity, sino que nos retrotraemos bastante más atrás y a un formato algo menos digital.
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