Cloto —del griego Kloto, hilandera—, la menor de las tres parcas, hilaba en su rueca el hilo de la vida. En sus manos estaba el poder de decidir el momento del nacimiento de los seres humanos e incluso el de los dioses. El hilo empieza con un radio de curvatura infinito (una recta), y a medida que se va enrollando en la rueca trazando una espiral va disminuyendo hasta alcanzar el radio cero. Acudimos a esta divinidad, en cuyas manos se teje el destino humano, al nombrar una de las curvas más usadas para desarrollar los trazados curvos.
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