El año es 1979 y el lugar un templo del baloncesto, el Boston Garden. En un gesto cotidiano y mil veces visto, un jugador del banquillo de los Celtics se cubre la cabeza con una toalla mientras se repone del esfuerzo. Pero el gesto esconde algo único e infame que hará que sea recordado para la posteridad: bajo la protección de la toalla, el jugador saca un vial con cocaína del bolsillo del chándal y se pone a esnifar.
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