(...) Aliviado y al mismo tiempo humillado al sentirse de nuevo «como un niño torpe y dependiente», Meijide ha decidido hacerle caso a su madre esta vez y buscar «un trabajo serio, en el banco, como el de mi padre». «Que ponga en orden sus ideas, como no me canso de decirle, porque se va haciendo mayor y hay cosas que no pueden ser ni existir ni nada», insiste la madre del pensador.
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